¿Por qué siempre que llegamos a un país nuevo tenemos mucho miedo de entablar relaciones amigables con los lugareños? Póngase a pensar en cuántas veces ha estado en la misma situación. ¿Le parece familiar la experiencia? De seguro es de los que tan sólo se anima a hablar con los lugareños para preguntar por alguna calle o barrio.
Algo así me pasó a mí en mi visita a Argentina el mes pasado. Era la primera vez que iba a visitar a mis tíos en Buenos Aires, sin embargo, no conseguí contactarme con ellos cuando llegué al aeropuerto. Así que, perdido como estaba, me animé a preguntar al policía por el barrio de La Recoleta. Él se mostró demasiado dispuesto a darme información acerca del barrio; así que me habló acerca de algunas tiendas, apartamentos en recoleta y algunos lugares de cuidado.
Realmente no estaba muy interesado en alquiler departamentos en buenos aires, porque mis tíos sabían que llegaría y me ofrecieron recibirme en su casa; pero, por otro lado, no me gusta dar complicaciones a nadie y mucho menos a un tío tan querido. De todos modos, agradecí al policía por la información brindada y lo felicité por su notable vocación de servicio que tenía. Luego, proseguí con mi recorrido urbano.
Aproveché para comprar algunos recuerdos de la ciudad: algunos llaveros, una camiseta del Boca Juniors, un disco de Soda Stereo, entre otras cosas. En todos esos lugares, la gente trataba de conversar conmigo y, tontamente, fui muy cortante con ellos por timidez básicamente. Cuando por fin llegué a la casa de mis tíos me di cuenta de que casi todos eran igual de locuaces y bastó una charla con ellos para adaptarme a ese ritmo de vida y animarme a conversar un poco más. Así hice al día siguiente y luego de jugar fútbol con alguna gente del barrio, hice grandes amigos con los cuales pasar un fin de semana de locos en el futuro. Ahora ellos vienen a visitarme y hemos prometido perdernos tres días entre bares. |